Érase un hombre a un método ligado. Han pasado cinco semanas desde que José Rojo Martín (Salas de los Infantes, Burgos, 1968), «Pacheta», recalara en el club azul. Visto a su llegada con recelo por su escasa experiencia en los banquillos, el técnico ha dado la vuelta a la situación. No sólo deportiva, también emocional. Comúnmente familiarizada con las desgracias, la afición del Oviedo necesita poco para emocionarse.
Con Pacheta los límites se han desbordado. El cántico unísono del Tartiere el pasado domingo ensalzando al técnico supone una novedad en mucho tiempo. Fue un regalo adelantado. Pacheta cumple hoy 43 años.
El famoso «método Pacheta» que impera en el coliseo azul descansa sobre unos principios que han guiado la vida de José Rojo. Esfuerzo, solidaridad, trabajo… Y placer por lo que se hace. Quizás el momento que representa mejor el espíritu de Pacheta, apodo heredado de su bisabuelo, fue el de sus primeros años en el fútbol. Salas de los Infantes, Lerma y Quintanar de la Sierra son tres pueblos de Burgos situados en un radio de 70 kilómetros. Ejercer de ebanista en Salas de los Infantes, entrenar con el Lermeño y visitar a su novia de entonces y actual mujer, María Eugenia, en Quintanar de la Sierra suponía para Pacheta una media de 150 kilómetros al día.
Su pasión por ser ebanista no responde a ninguna tradición familiar. Es cosecha propia. Los duros inicios en el fútbol regional le hicieron entender que quizás el fútbol no era la manera más segura de ganarse la vida. Pacheta activó entonces su plan B. Estudió para carpintero cinco años en Quintanar de la Sierra. Además, fue maestro otro par de años en un instituto de Santo Domingo de la Calzada, en La Rioja. En el bar de la sala VIP del campo del Numancia descansa un escudo de madera del club. Pacheta es su autor.
La llamada de Sánchez Llibre, ex presidente del Espanyol, para fichar por el club perico dio un vuelco a su vida deportiva. Antes, el burgalés sobrevivió en las categorías más humildes. En el Marbella pasó momento complicados. Las mensualidades que Jesús Gil le adeudaba no le permitían vivir en la abundancia. El automóvil que había comprado meses antes tuvo que descansar en el garaje del domicilio familiar hasta que recaló en el Espanyol. A Pacheta no le llegaba el dinero para la gasolina.
Pacheta nunca olvidó las bases que le hicieron alcanzar su sueño. En ninguno de los 208 partidos que acumuló entre el Espanyol y el Numancia en Primera División. De ahí vienen sus primeros recuerdos del Carlos Tartiere y del Real Oviedo. Corrían otros tiempos y los azules se paseaban por Primera con paso firme.
Muchas de aquellas imágenes quedaron marcadas por su carácter. Como el tenso encuentro en el que Borrelli pagó su pique con Onopko. El argentino se marchó de Sarriá con el tímpano roto tras un encontronazo con Pacheta, que llevaba todo el encuentro batallando con el ruso.
Tras el gran sabor de boca que dejó en el Espanyol le llegó una oportunidad irrechazable: regresar al Numancia, club de sus amores. Ver Los Pajaritos en Primera supuso una nueva victoria en su reto personal. De hecho nunca ha eliminado del todo sus lazos con el club numantino. Aún participa en la quiniela semanal que los empleados del Numancia completan todas las semanas. Desde Soria se asegura que al técnico azul ya le ha tocado pagar alguna cena por sus malos resultados.
Su paso por la élite marcó su forma de ver el fútbol. Muchos técnicos y distintas maneras de concebir el juego se agolparon en su mente aquellos años. Si tiene que elegir el técnico que más le ha influido, se queda con Camacho. Fue el principal defensor de su trabajo en el Espanyol. También la razón de que algunos le conocieran como «el enchufado», aunque a él le molestara el apodo. Pero fue Marcelo Bielsa el que le enamoró futbolísticamente. El ciclo del argentino en el conjunto catalán duró apenas un par de meses antes de aceptar la oferta para hacerse cargo de la selección argentina. Tiempo suficiente para que quedara prendado de su estilo y conocimientos.
Como compañero de vestuario elige a Jaime Molina y Pochettino, sin titubeos. Dos defensas aguerridos, de los que convendría poner armadura en una disputa ante ellos; dos personalidades acordes con su carácter. El argentino fue compañero de fatigas y de habitación en las concentraciones. Famosa es la anécdota que cuentan en el club perico sobre una noche de verano en Amsterdam. Completado el periplo de pretemporada, Camacho concedió a sus jugadores algo de libertad en su último día en tierras holandesas. Los estragos causados por la plantilla blanquiazul en la noche de Amsterdam aún resuenan en el vestuario españolista. La señal de tráfico arrancada de la vía pública que apareció en la habitación de Lardín fue el mejor ejemplo.
Cerrado el ciclo de jugador, Pacheta se puso traje y corbata. El cambio de vestuario no le sentó mal. Primero como ayudante de Máximo Hernández y después en solitario. Siempre en la dirección deportiva del Numancia. El equipo volvió a disfrutar de la Primera División y las arcas del club lo agradecieron.
Su papel como director deportivo se cerró con más de cinco millones de euros ganados en ventas, contratando todos los jugadores a coste cero. Además sumó quince partidos como técnico en la máxima categoría tras sustituir a Kresic, el técnico que le había entrenado en el Marbella algunos años atrás.
Pero hasta las historias más románticas llegan irremediablemente a su fin. Su última etapa en Soria finalizó este verano. En la espera, recibió la llamada de José Manuel Martínez y no dudó un segundo. Su sueño de convertirse en entrenador no podía evitar una posibilidad de tal magnitud. Desde que ha llegado a Oviedo se le ve feliz. En cada aparición pública luce orgulloso el escudo del club. En la reciente visita a La Muela, la expedición azul hizo noche en Zaragoza. Al cuerpo técnico se le ofreció la posibilidad de acudir al partido entre Zaragoza y Valencia en La Romareda. Pacheta aceptó con una condición: que fueran en representación del Oviedo y que los asistentes llevaran el chándal del club.
La relación de los Pacheta con el fútbol no termina en el técnico del Oviedo. Su sobrino también vistió la elástica azul en 2008 y ahora juega en el Tudelano, de la Tercera navarra. Su hijo pequeño, Gonzalito, da sus primeros pasos en el infantil del Numancia. «Es bastante más rápido que el padre», afirman en Soria con sorna. El pequeño, su hermana Carla y su madre visitaron hace poco la ciudad y quedaron encantados con su limpieza.
Pacheta celebra hoy su cumpleaños con una idea en mente: ganar al Lemona. La misma idea que ha presidido sus planteamientos desde su llegada. Su método no deja tiempo para las distracciones. Y la afición del Oviedo es la primera en celebrarlo.
Fuente: lne
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