La compra del Oviedo por parte de Pegaso está manos del dueño del grupo empresarial mexicano, Alejandro Burillo. Según el máximo accionista del Oviedo, Alberto González, aseguró a última hora de la noche de ayer que las dificultades surgidas se deben a «un problema interno» del grupo Pegaso. Mientras que José Antonio García y Miguel Ángel Couchonnal, ejecutivos de Pegaso y máximos responsables del Atlante, son partidarios de cerrar la operación, Burillo no había firmado al cierre de esta edición las nuevas condiciones acordadas entre Toño García y Alberto González.
En conversación con LA NUEVA ESPAÑA minutos antes de la medianoche, tras la reunión de ayer en Cancún, Alberto González aseguró que había aceptado ceder la gestión del Oviedo al Grupo Pegaso. De ese modo, los empresarios mexicanos podrían ya tomar decisiones en todas las áreas del club, con la condición de que asumiesen desde su entrada todos los compromisos económicos de la entidad. En este último apartado, Alberto González exigió garantías, que fueron aceptadas por García y Couchonnal, pero que precisaban de la conformidad de Burillo, algo que al cierre de esta edición no se había producido.
Alberto González estaba dispuesto a aplazar hasta el verano el ingreso de la cantidad acordada para el traspaso de las acciones de Control Sport Siglo XXII. Incluso ofreció a sus interlocutores la posibilidad de ampliar ocho días el plazo para cerrar ese acuerdo, con lo que dejaría sin efecto el precontrato del 14 de diciembre que ponía como fecha tope el 31 de enero.
Llegase o no la firma de Burillo, en principio Alberto González tenía previsto tomar un avión de madrugada en Cancún para llegar a Oviedo esta tarde y ofrecer, probablemente, una rueda de prensa en la que ampliaría detalles de unas negociaciones que ya duran semanas.
«A destapar la sidra y el tequila, vamos a brindar por el Oviedín». Esta frase, aparecida en la cuenta de Twitter de José Antonio García a la una de la madrugada del viernes, desató la euforia en el oviedismo, que daba por hecho el acuerdo. Horas después, como había ocurrido otras veces, el desenlace quedaba en suspenso y las partes volvían a reunirse.
Fuente: La Nueva España
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