Un Oviedo llevado en volandas por su afición lucha mano a mano con los rojiblancos y acaba perdiendo por la mínima. Asistieron al campo 16.000 espectadores
Juanma controla el esférico |
Real Oviedo 0-1 Athletic club
Real Oviedo: Lledó; Juanpa, Negredo, Juanma, Álvaro (Manu Busto, minuto 53); Jandrín, Aitor Sanz, Pelayo (Chamorro, minuto 72), Nano; Martins (Pascual, minuto 66) y Rubiato
Athletic Club: Iraizoz; Iraola, Javi Martínez, Amorebieta, Aurtenetxe; Iturraspe, Susaeta, Ánder Herrera (Iñigo Pérez, minuto 82), De Marcos; Muniain y Toquero.
ÁRBITRO:
González González, perteneciente al Comité Castellano-Leonés. Amonestó a los locales Martins y Nano, y al visitante Iñigo Pérez.
EL GOL:
0-1, minuto 10. De Marcos, de disparo a una escuadra
Simplemente con dos escudos como los del Oviedo y el Athletic es suficiente para montar una fiesta. Si además se le suma una afición entregada, ansiosa de ver reverdecer viejos laureles, el éxito está asegurado. El Athletic salió vencedor del duelo copero gracias a un golazo de De Marcos, pero, sobre todo, ganó el fútbol. La élite necesita al Oviedo casi tanto como la afición azul a aquélla. Noches como las de ayer se encargan de evidenciarlo.
La puesta en escena fue insuperable. Miles de aficionados puestos en pie, recordando que cualquier tiempo pasado, en el caso oviedista, sí fue mejor. El prólogo se completó con la salida de los dos equipos al césped y dos aficiones unidas mostrando las cartulinas contra el máximo accionista del club. El «¡Alberto, vete ya!» es como los villancicos navideños, no por mucho repetirse pierde su gracia.
El Athletic tardó escasos diez minutos en demostrar uno de los principios irrefutables del fútbol de primer nivel: cualquier error lleva aparejado una pena demasiado cruel. Una mala basculación no siempre es mortal contra el Albacete, el Conquense o el Coruxo. Sí lo es si el que se hace con el balón es De Marcos. El bilbaíno ofreció una lección exprés al oviedismo con su control y disparo a la escuadra. El mazazo en el campo apenas tuvo su reflejo en la grada. La afición siguió animando para demostrar que una obra de arte no podía enturbiar la fiesta.
Adrían recorta a De Marcos
El Oviedo le echó arrojo, eso nadie lo puede dudar, pero le faltaron algunos argumentos futbolísticos. El cuerpo a cuerpo propuesto por Pacheta en todo el campo fue eludido por Bielsa con maestría. Por algo es el maestro. Los atacantes del Athletic no ocupan un espacio fijo, lo invaden por sorpresa. Son nómadas. Ya sea De Marcos, Muniaín, Susaeta, Ánder Herrera o Toquero, sus movimientos siempre parecen improvisados. Cuidadosamente improvisados.Otra de las diferencias de categoría se percibe en el ritmo. La intensidad defensiva del Oviedo obliga a los rivales de su grupo a caer en la precipitación. Con un rival del peso del de ayer, cualquier esfuerzo parece escaso. El Athletic aprovechó una combinación veloz rebasada la media hora para volver a dejar a De Marcos frente a Lledó. Esta vez el portero optó por salir a reducir espacios y salió victorioso del mano a mano.
Con todo, el Oviedo tuvo algunos resquicios por los que asustar a la defensa visitante. No llegaron siquiera a la consideración de ocasiones, pero la grada lo celebró por todo lo alto. Un saque de esquina atrapado sin problemas por Iraizoz o una falta que se fue algunos metros por encima del larguero pusieron el colorido a la recta final del primer tiempo. Con el público rugiendo a cada acercamiento, cómo no.
Tras el descanso, el panorama cambió. Puede que Pacheta convenciera a los suyos de que no era tan complicado como parecía, o simplemente tiene que ver con la autogestión. Sería El Requexón el encargado de demostrarlo. Una jugada de garra de Álvaro, que porfió hasta servir un balón al área, fue aprovechada por Jandrín para intentarlo de volea. El disparo se fue a la izquierda de la meta de Iraizoz.
El Oviedo fue aún más valiente en la segunda mitad
Ahí se soltó el equipo. Lo hizo Juanma ganando criterio en la salida de balón; Aitor Sanz, poniendo la pausa necesaria, y Jandrín, eliminando la presión que otras veces le había atenazado. Súmenle a todo esto la presencia de Manu Busto en el campo y entenderán la metamorfosis azul. Fueron quince minutos, veinte a lo sumo, pero el Oviedo trató de tú a tú al Athletic. Lo hizo con el balón. Queda demostrado también que hay plantilla para combinar.
La competición carga, más en el caso del Oviedo, que no tiene un fondo de armario profundo para repartir esfuerzos. El paso de los minutos sirvió para que el Athletic fuera poco a poco cogiéndole el tono al partido. Susaeta, esta vez por la izquierda, pudo finiquitar la eliminatoria, pero apareció Lledó. _Herrera lo intentó desde lejos, pero volvió a toparse con el andaluz. Toquero también hizo estragos, pero su centro fue neutralizado por Nano, esta vez como lateral.
Apeló el Athletic a la calidad, y el Oviedo, a la épica._Salió un bonito duelo. El_Oviedo se asentó en los mandos de Aitor Sanz y alguna excursión desvergonzada de Jandrín. El_Athletic sólo tuvo que esperar su oportunidad. Y ésta llegó. De Marcos volvió a aparecer por donde menos se le espera para encarar a Lledó. Esta vez el palo evitó un nuevo tanto.
Todavía reservaba el partido una última sorpresa. De ésas tan habituales en la Copa del Rey. Un balón suelto en el área bilbaína cayó a los pies de Jandrín, que disparó arriba. Hubiera sido demasiada alegría para una grada que despidió a los jugadores con honores no recordados.
González González decretó el final del partido, de los primeros 90 minutos de un sueño que no debe ocultar la realidad. El peso de la historia marca al Oviedo, sí, pero su pan debe ganárselo en Segunda B, conviene no olvidarlo. Antes del descanso navideño llegan jornadas con curvas, de las que pueden decidir muchas cosas en la Liga. Por si a alguno no le había quedado meridianamente claro, ayer se demostró que el Oviedo puede contar con su afición. Siempre ha sido así.
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